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RegTech: del tsunami regulatorio al nuevo normal

Tsunami, tormenta perfecta o avalancha regulatoria. Estos han sido algunos de los símiles meteorológicos utilizados durante los últimos años para describir lo que estaba viviendo la banca. En 2017 se cumplieron 10 años del estallido de la crisis financiera global y 5 años del rescate del sistema financiero español.

La crisis marcó el inicio de un profundo cambio de la política económica y, sobre todo, de la regulación financiera. Esa revisión perseguía al menos dos objetivos: reducir la probabilidad de nuevas crisis y minimizar el coste de las que se pudiesen volver a producir. Las reformas alcanzaron a todos los ámbitos de las entidades financieras: solvencia, liquidez, profesionalización del gobierno corporativo, control de los riesgos y protección del consumidor.

A pesar del cambio de contexto económico, la presión regulatoria continúa

Y es que, los intensos cambios de la normativa y la necesidad de adaptación a los continuos requerimientos podría denominarse nuestro “nuevo normal”. Sólo hace falta observar los importantes desarrollos regulatorios que restan para el próximo año. Se trata de temas muy heterogéneos, agrupados en un sinfín de siglas, entre las que destacan: temas prudenciales (CRD V, CRR II, MREL), normas de conducta (MIFID II o PRIIPs),  normas que afectan a determinados productos (crédito inmobiliario), servicios (PSD 2 que afecta también a nuevos players –fintech-), en el ámbito de solvencia (Basilea III) e incluso el efecto de normas de aplicación más amplia pero que están impactando sobre las entidades (GDPR). También está en la agenda la finalización de la Unión Bancaria, con el fondo de garantía de depósitos de ámbito europeo.

El impacto agregado de todas estas normas es enorme y son muchas las interrelaciones entre ellas, de modo que la implantación de cada una debe realizarse teniendo en cuenta los efectos que producen las otras

No se prevé que la carga regulatoria vaya a disminuir en el corto y medio plazo, ya que la propia aplicación de nuevas tecnologías, las nuevas formas de financiación (crowdfunding, ICOs), los neobancos, las nuevas formas de asesoramiento, los nuevos medios de pago, las criptodivisas… provocarán oleadas de regulación que se relacionarán con las existentes y requerirán respuestas cada vez más ágiles.

No es objeto de discusión valorar si la presión regulatoria es adecuada o no, pero es necesario asumir que existe, que existirá cada vez más y que su complejidad y nivel de dedicación seguirá elevándose de forma muy significativa. Algunos estudios recientes estiman que, de promedio, actualmente las instituciones financieras dedican entre un 10 y un 15% de su plantilla al cumplimiento de la regulación, consumen entre un 20 y 30% de sus presupuestos de tecnología para adaptarse a los requerimientos regulatorios y gastan millones de euros anualmente en cumplimiento normativo y controles regulatorios.

El impacto de la regulación se combina además con otros retos que presionan la cuenta de resultados como los tipos de interés, la reducción de los márgenes y los nuevos competidores. Estos últimos se están posicionando de una forma rápida en partes concretas de la cadena de valor y quedan parcialmente al margen de la madeja regulatoria en la que están inmersas las entidades financieras.

Este escenario favorece la aparición de participantes que aportan una mayor especialización en materia regulatoria, que permiten aliviar a las entidades financieras parte de la carga y necesidades de recursos para una actividad que les aleja cada vez más de los retos del negocio y las necesidades de sus clientes

La transformación digital y el rápido avance de las tecnologías deben eficientar la forma de desarrollar y cumplir con la regulación, mediante la aparición de soluciones menos complejas, que permitan la liberación de capital para usos más productivos, la mejora de calidad de la supervisión y la eliminación de barreras de entrada (para mejorar la competitividad).

Con este objetivo, muchas startups y consultoras están desarrollando productos basados en tecnologías cloud, big data, inteligencia artificial, machine learning, o blockchain, que permitirán dar una respuesta eficiente a los requerimientos regulatorios. Además, estas tecnologías disruptivas posibilitarán ejercicios de proyección, previsión y simulación, lo que añadirá un valor innegable a todos los participantes en el contexto regulatorio.

Es necesario poner énfasis en la necesidad de desarrollar y trabajar en ecosistemas entre las entidades financieras, las organizaciones especializadas en regulación, los nuevos players tecnológicos y los reguladores.

La innovación aplicada a la regulación debe ser la herramienta útil y necesaria para lograr un sistema financiero más inclusivo, transparente, eficiente y flexible para todos los integrantes del mismo.

Aránzazu Gallardo Amaya, Responsable del Plan de Innovación Cecabank

 

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